lunes, 18 de enero de 2010
¿Signo de los tiempos?
La tragedia de Haití, abre un gran interrogante y nos sumerge en el misterio incomprensible del ¿Por qué?
¿Por qué el pueblo más pobre del continente es probado de esta manera?
¿Por qué este golpe para un pueblo sufrido, pero con fe y esperanza.
¿A quién golpea más la catástrofe?
¿a los haitianos sumidos en el dolor?
¿a las sociedades opulentas que despilfarran el dinero en cuestiones que no engrandecen al hombre, como realizar seudocarreras que atraviesan países marcados por las desigualdades y le muestran su poderío económico, que fabrican guerras para que otros pueblos se maten entre si y ellos, cuales buitres hambrientos se quedan las riquezas?
¿Nos golpea a nosotros, cristianos llamados a estar atentos a las necesidades del prójimo, que muchas veces colaboramos más con los opulentos invasores que con los necesitados?
Nosotros, desesperados por ser enfocados por una cámara de televisión o levantando carteles de publicidad en los festivales, hemos hecho del ¿todo bien? la salida de emergencia, para no enterarnos de los sufrimientos de otros, y miramos por televisión lo que pasa, como si fuera una película .
Importan dos maneras de concebir al mundo.
Una, salvarse solo, arrojar ciegamente los demás de la balsa y, la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último naufrago, no dormir esta noche, si hay un niño en la calle.
(Armando Tejada Gómez)
De Haití viene un clamor y obliga a mirar hacia allá, solo los indiferentes o, los hartos de todo lo innecesario que seguirán banalizando la vida, con la mirada puesta en su propio ombligo.
Haití se llama solidaridad y exige algo de nuestra parte.
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