viernes, 13 de marzo de 2009
Con el Obispo en Roma
Reflexiones y actividades de Mons. Lozano en Roma (segunda parte: 8 al 11 de marzo)
Domingo 8 de Marzo: Un regalo de San Francisco
La Visita ad Límina no es solamente un viaje de encuentros y reconocimientos muy profundos. Es también una peregrinación espiritual. El Simposio —del que participamos dos de los obispos argentinos que estamos aquí en Roma— del Viernes y Sábado fue excelente, muy intenso y en cierto sentido también integra esa peregrinación. El documento final es comprometedor y en cuanto se dé a difusión se los hago llegar.
El Domingo salimos tempranito para Asís, la ciudad de Francisco. San Francisco murió en 1226 y a los dos años de su muerte fue canonizado. Poco tiempo después comenzó a construirse la actual Basílica que estuvo concluida pasadas unas décadas. Es enorme. Son dos Iglesias. La de abajo tiene una cripta en la cual está la tumba de San Francisco, y el techo —no muy alto y plano— sirve de piso al Templo superior, cuyos techos son altos y a dos aguas.
Está construida con bloques de piedra de las montañas del lugar. Unos de color natural y otros de color entre rojizo pálido y rosado. Por dentro, los techos y paredes de los templos tienen frescos que reflejan dos ejes temáticos: los ministros de la infancia de Jesús y su crucifixión, y la vida y muerte de San Francisco.
Celebramos la Eucaristía en el altar ubicado sobre la tumba del santo de Asís. Los frailes del convento nos invitaron a almorzar y luego tuvimos un buen rato para quedarnos por allí. Yo opté por ir a la cripta y rezar tranquilo disfrutando del lugar y aprendiendo de la fe y la oración de los “peregrinos del Santuario”.
En la superficie la cripta tiene forma de cruz, y en centro de la cruz está la tumba. En cada brazo de la cruz hay espacio para dos o tres sillas de cada lado contra la pared y un pasillo para circular. En los cuatro ángulos de la cruz están las tumbas (más pequeñas) de los hermanos y amigos más cercanos a Francisco: Ángel, Masseo, Rufino y León compartieron los caminos de la vida, y ahora también. No hay luz natural. Varias luces tenues y pálidas; otras pocas, apenas más fuertes.
La gente me enseña a rezar. Los miro con respeto. Van pasando despacio, en silencio. Al llegar se detienen unos minutos, algunos de pie, otros de rodillas; unos ponen la palma de la mano sobre la roca, como sintiendo algo vital (“es la comunión con los Santos”, me dijo alguien una vez). Algo común a todos es la mirada. Todos miran esa tumba que contiene los huesos de “el pobre de Asís”. Oración, intimidad, comunión.
Peregrinan grupos de jóvenes. Matrimonios con sus niños. El papá o la mamá le señalan con el dedo y le susurran algo al hijo; él responde tirando un beso con la mano. Está aprendiendo a rezar. A comunicarse desde la fe más pura.
Uno de los Obispos me dijo al salir: “Uno diría que aquí hay algo. Pero mirando mejor hay que decir: ‘¡Aquí hay Alguien!’.”
Yo ofrecí mi rato de oración por varias intenciones. Les cuento algunas:
- Por las comunidades que tienen a San Francisco como Patrono (Religiosas, Hogar, Parroquia…)
- Por los jóvenes para que sepan escuchar la voz de Dios, como San Francisco, Santa Clara y sus amigos y amigas.
- Pensando en la amistad y el cariño que unía a San Francisco y Santa Clara, pedí por la pureza en el afecto entre varones y mujeres.
- Por todos los cristianos y cristianas, para que tengamos radicalidad en el seguimiento de Jesús, y para que tengamos experiencia de hablar con Él.
- Para que sepamos cantar la alegría de la fe.
- Por el cuidado y respeto de la creación. Que cuidemos a la “hermana agua”, que sepamos ver el Planeta como casa común de la familia humana, como lugar de fraternidad y alabanza a Dios.
- Para que sepamos tener un estilo de vida sencillo y humilde.
“Señor, haz de nosotros, instrumentos de tu paz.”
Que amemos a los pobres.
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Foto gentileza de Radio Vaticana
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