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Volvemos a proclamar este Evangelio de San Lucas que nos narra el comienzo de la Misión Pública de Jesús.
Hay una vinculación entre la unción del Espíritu Santo y la alegría de la misión. Ella es comunicar la Buena Noticia a los pobres, la liberación, un año de gracia.
Esta inauguración de la vida pública de Jesús sigue siendo hoy la misión de toda la Iglesia, ya que somos ungidos como Pueblo sacerdotal por el Bautismo.
La misión para la cual el Señor nos unge queremos asumirla con alegría en este camino de Asamblea Diocesana que estamos transitando. Buscamos convocar a todas las vocaciones. “La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio”. (DA 165)
La responsabilidad de la misión no es solo del obispo y/o cada párroco. La fe nos libera del aislamiento del yo y nos da una familia: la Iglesia. Lugar de encuentro de los hombres con Dios y los hombres entre sí.
Hoy recibimos estos primeros aportes surgidos de participaciones variadas en las comunidades, encuentros, reuniones, buzones en los templos, trabajos en los Consejos pastorales…Estamos recogiendo voces de los distintos lugares de la Diócesis que nos acercan pareceres y experiencias de las cosas que nos fortalecen y de aquellas que nos debilitan en nuestra misión. También queremos mirarnos en la sociedad en que vivimos con esperanzas y anhelos, con angustias y serias preocupaciones acerca de nuestro futuro.
Estamos reunidos porque somos Asamblea Santa: con-vocados desde lugares diversos, todas las vocaciones, todas las edades; una misma mesa de la Palabra; una misma mesa de la Eucaristía.
(“La Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción” nos decía el Papa Benedicto). Nos dice San Lucas que “Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en El”. Nos podemos imaginar una especie de tensión expectante. Esperaban una palabra significativa, algo que explicara ese pasaje del profeta. No solo esperan una “verdad repetida” y gris, sino una palabra que venga a romper la monotonía.
Una breve predicación de Jesús logra lo esperado: “esto se está cumpliendo hoy”.
También hoy se espera de nosotros algo nuevo. No por el mero afán de “innovar”, sino para escuchar una palabra que sea luz y vida en medio de las tinieblas de la muerte. Esa palabra es Jesús mismo. El volvió a entrar en Jerusalén y quiere renovar la Pascua entre nosotros. Estamos llamados a superar actitudes poco eclesiales y dejar de lado el individualismo y el encierro a que nos vemos tentados en nuestra cultura. No somos cristianos sin Iglesia.
La Misa Crismal tiene como elemento distintivo la renovación de las promesas sacerdotales. Quiero compartir con ustedes, hermanos sacerdotes algunas palabras inspiradas en el Mensaje del Papa Benedicto para la próxima Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Él nos señala 3 (tres) aspectos esenciales de nuestra vida.
El primero es el de la amistad con Cristo. Sabemos que esa amistad se consolida en la oración personal y comunitaria. Nuestra vocación surge y se alimenta de la escucha de Jesús amigo que cuida de mí y quiere mostrarme el horizonte hacia el cual encaminar la vida. A Jesús le confiamos nuestras inquietudes surgidas del trato con aquellos a quienes Él nos confía. En el Responsorio de la Liturgia de las Horas del “común de Pastores” rezamos: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo”.
El segundo aspecto que nos pide considerar es el de la entrega total de la vida a Dios en el servicio a los hermanos. Y nos propone la imagen de Jesús en la Última Cena. Mañana realizaremos en este gesto cDEFANGED_Onmovedor. Nos quitaremos la casulla (el manto), ataremos una toalla a la cintura y nos inclinaremos a lavar los pies. Tengamos en el corazón en esos momentos los rostros de los pobres, los presos, los enfermos. Los que sufren cubiertos de consuelo y ternura, y aquellos que padecen en desamparo, desprecio y olvido. Y pidan a Jesús nos de su corazón y su mirada de Buen Pastor.
El “tercer aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión”. Jesús en la noche que fue entregado rezó por sus discípulos pidiendo al Padre “que sean uno… para que el mundo crea”. (Jn. 17, 21) Nos unen como Presbiterio lazos fraternos fundados en la Palabra de Dios y en el Sacramento del Orden Sagrado.
La Ordenación Presbiteral no sólo nos configura con Cristo, sino que también nos hace parte de un Presbiterio con los demás hermanos y el Obispo. También un signo de la comunión es compartir la solicitud por todas las Iglesias y una disponibilidad por la misión ad gentes (cfr. P.O 8 y 10). Les invito en esta Semana Santa volver a meditar en esos números del Concilio.
Queridos jóvenes: Algunos de ustedes se disponen a vivir esta Semana Santa de una manera muy especial. El Domingo pasado el Papa les propuso rezar a partir del encuentro de Jesús con el joven rico. El Maestro “lo miró y lo amó”. Varios pasajes del Evangelio nos muestran que la mirada de Jesús provoca cambios: a los apóstoles, a Zaqueo, a la mujer pecadora, a Pedro que lo negó…
También hoy Jesús pasa por nuestra diócesis y los mira con ternura; pasa por la vida de cada uno de ustedes. No le esquiven la mirada.
Sacerdotes, Religiosas/os, consagradas, fieles laicos, hermanos y hermanas todos en la fe. Seamos uno para que el mundo crea. Fortalezcamos la comunión para ser generosos en la misión. Este año celebramos el Bicentenario de la Patria. Renovemos nuestro compromiso por la Justicia y la Solidaridad.
Tenemos una Buena Noticia; no la guardemos, no la encerremos. Estamos llamados a mostrar la belleza del Amor de Dios. La Virgen María, siempre fiel, nos siga acompañando en nuestro peregrinar.
+ Jorge Lozano
Obispo de Gualeguaychú
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