Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
En estos meses se ha instalado en la Argentina el debate acerca del lugar jurídico que debe tener la relación de convivencia de personas del mismo sexo y las consecuencias acerca de la adopción.
Digamos que en este proyecto —aunque se diga que busca considerar los derechos de las minorías— también muestra un modelo de sociedad, de familia, de matrimonio para todos.
Muestra qué es lo adecuado o inadecuado.
La Ley no es inocua.
Ha habido en algunos casos manipulación del lenguaje, confusión de derechos individuales con necesidad de tal o cual marco jurídico. Se confunde lo parecido con lo igual. Y esas confusiones nos confunden a la hora de entender.
Lamentablemente también hubo quienes apelaron a la agresión verbal o los calificativos que buscan etiquetar para desacreditar. Tildar de trogloditas anacrónicos o discriminadores a quienes piensan distinto no hace bien a la democracia. No son así los más de 100 diputados que votaron en contra de este proyecto; ni los más de 100 que votaron a favor son necesariamente progresistas. Cierto es que hay debates que se realizan apasionadamente.
Y eso está muy bueno.
Tenemos derecho a afirmar una posición con pasión, pero no a descalificar a quien piensa distinto.
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jueves, 8 de julio de 2010
Legislar como si Dios no existiera
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